Programar un título como Madama Butterfly no debe traer grandes complicaciones al responsable de turno. Sabes que vas a conseguir una entrada buena por el tirón entre el gran público. Luego no es demasiado difícil cumplir los requisitos para que la cosa funcione.
Contamos en esta ocasión con una producción modesta, tanto en inspiración como en medios, pero que da el pego bastante bien y, al menos, no da sensación de cutre como otras bien recientes. Además se cuenta con un buen grupo de comprimarios y secundarios que responden todos a un nivel bueno o notable y con un coro, reducido, pero eficaz. También la orquesta, que no será ninguna maravilla, pero sale adelante.
Cumplidos los primeros presupuestos, el director Pablo González nos resultó superficial y poco inspirado, especialmente en el primer acto. Poco matiz lírico y mucho énfasis en el volumen.
Antipenko fue el elegido, a saber por qué razón, para hacer del canalla Pinkerton. Como refuerzo para el coro no hubiese estado mal, para asumir un rol principal en la segunda temporada más antigua de España la elección es claramente desafortunada. Entre la dirección de González y su flojo desempeño se cargaron uno de los más bellos dúos de amor de toda la historia del género. Inexpresivo, tanto vocal como escénicamente, cicatero en el agudo, con sonidos caprinos, poco volumen y una técnica de canto solamente hilvanada, se muestra como otra de las habituales meteduras de pata en la elección de los repartos.
La protagonista, Amarilli Nizza resuelve bastante bien su cometido. Vocalmente bien en el agudo, muy floja en el grave, pero siendo cierto que frasea con conocimiento de lo que el texto dice y del estilo, el volumen es justito (quizás por eso el Pinkerton era aún más justo, Goro le superaba ampliamente) y se la comía la orquesta en muchos momentos. Mejoró en la segunda parte de la función y ayudó a sacar a flote una función que, con alguien más mediocre, se hubiese convertido en otro fracaso irrefutable. No fue una Butterfly que vaya a perdurar en la memoria, ni para bien, ni para mal.
Aplausos de cortesía y protocolo para la mayoría de los intérpretes, con un poco más de intensidad para Suzuki y Butterfly en una sala que dejó ver muchas butacas vacías, especialmente en las zonas altas.
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