14 oct 2017

Llamaradas baratas, pero preciadas.

Trovatore con reparto “joven”, barato o “viernes de ópera” que mejoró las sensaciones del reparto “estelar”.  Sin llegar a provocar delirio, sí que hubo emoción y entusiasmo en bastantes momentos. Por enésima vez estos repartos baratos se muestran como un espectáculo cultural valioso.


Todo empezó a mejorar con el Mº Tebar, que nos pareció con mucho más pulso e intención verdianas dirigiendo y administrando estupendamente a la Oviedo Filarmonía.


Entre el reparto hubo de todo, pero el conjunto funcionó bien.

Decepcionante la soprano Meeta Raval que hizo una lectura insípida de su parte, con una dicción deficiente y dejando pasar las numerosas oportunidades de brillo que tiene Leonora. Su interesante material quizás se pueda adaptar mejor a otro repertorio.


La Azucena de Agostina Smimmero, de voz grande y timbre oscuro y aterciopelado. Con un canto sólido e intencionado. Sangre y alma napolitana a raudales. Una voz, y una artista, a seguir.


Luis Cansino debutaba el Conde de Luna y volvió a demostrar que responde ante cualquier desafío, extrayendo de sus medios y material el máximo posible para salir con nota del reto.


Y Antonio Corianò fue un Manrico efectista y valiente, con un canto pleno de grinta, volumen adecuado y con presencia escénica importante, cuya entrega y audacia conectó bien con el público. Sus problemas de afinación y desigualdad se compensaron por esa entrega y valentía.


Entre los “repetidores”, Russo se mostró pueril como Ferrando. De nuevo la competencia y progresión de Norton; la habilidad escénica de Suárez; junto con las tareas resueltas de García y el Goya mudo de Casero. El Coro cumplidor, con momentos de fugaz brillo. 

El público, entusiasta y ruídoso, en los aspectos positivos y negativos, disfrutó y aplaudió generosamente a todos los intérpretes, obsequiando con algunos "bravos" especialmente a Corianò y Smimmero.

9 oct 2017

Incombustible Trovatore.

El fuego es parte protagonista en Trovatore. Tanto por lo que influye en la historia como por el ardor que inyecta una buena representación en el ánimo del público. Desgraciadamente en esta segunda representación de esta serie de funciones del título verdiano la combustión no se produjo.

Evidentemente hoy es difícil contar con cantantes que sepan prender la mecha en el público. El cuarteto protagonista fue irregular. La soprano di Giacomo presenta un centro muy interesante y aspira a hacer cosas interesantes, pero no acaba de convencernos expresivamente y presenta problemas en la parte alta. Nos gustó más según fue avanzando la función.
La mejor fue sin duda, Luciano D'Intino, una verdadera mezzo que a pesar de algún problema vocal, sí que tiene el talento artístico y la intención verdiana. Lo que se dice una cantante de ópera.
En cuanto a Machado no se puede decir que sea un Manrico ideal -¿hay hoy alguno?-, destacando más su canto por lirismo que por pasión. Ni apoteosis, ni fracaso.
Muy endeble el Conde de Luna, Simone Piazzola, incapaz de dar un mínimo de hidalguía a su fraseo, por su legato e impostación deficientes. Se escuchó un muy tímido abucheo tras su aria, de algún clarioyente espectador.
Vulgar también Dario Russo como Fernando. Como siempre eficiente en todas sus labores Mª José Suárez. Rodríguez-Norton sobrado para sus cometidos y Alberto García suficiente. El personaje mudo, Goya, que se inventa el responsable escénico, fue un apto Carlos Casero.

Nueva prueba superada con solvencia por nuestro Coro. Tébar condujo a la orquesta por la partitura, con poco más que correción.

La parte escénica corrió a cargo de Joan A. Rechi que a falta de ingenio para reproducir el drama medieval, optó por el sobado cambio de época como opción creativa. Vestuario cuestionable, ambiente minimalista y proyecciones de temas goyescos tampoco ayudaron mucho.

Buena entrada sin llegar al lleno, con un público cada vez más de cuerpo presente, que paga, aplaude lo justo y se va.