Es Turandot una ópera que se presta a grandes producciones en las que lucir medios y masas. Desgraciadamente las circunstancias son las que son y nos hemos tenido que conformar con una modesta y encima no muy afortunada. Se echó de menos más imaginación, color y soluciones de movimiento de grupos. Una producción de las que se abominaba no hace tanto, más propia de un "todo a cien" chino.
Aún con estas limitaciones, el año pasado vimos una "Norma" fantástica, pero aquí no hemos contado con un elenco vocal a aquel nivel. Matos ha sido una Turandot valiente y se agradece, pero la voz no lució fresca y se hubiese agradecido una mayor variedad en el decir.
Stuart Neill, más que de falta de volumen, cabría hablar de mala emisión, porque la voz salía unas veces y otras no. Alguna intención esporádica en el fraseo y entrega en el "Nessun dorma" que recibió un generoso aplauso del público.
Nakamura fue de menos a más, apuntó cosas interesantes y otras no tanto, una soprano como tantas otras, pero contando que su papel es una "perita en dulce" debería haber sacado mayor provecho.
Rydl es ya un cantante muy veterano, la voz está ya ajada y tampoco estuvo muy atento en ciertas entradas.
Otros papeles agradecidos por el público son los de los Ministros, aquí también cosecharon aplausos.
Emperador y Mandarín cumplieron aceptablemente.
El coro se enfrentaba a otra prueba importante y, si bien no al nivel del Grimes, salieron victoriosos del desafío. Sobrevivieron, a pesar del desmayo de uno de sus miembros, constreñidos y apretados por las ideas escénicas de la dirección artística.
Resultona la dirección de Marcianó, con gusto por los finales retumbantes que enganchan fácilmente. Aparte de volumen, se hubiese agradecida cierta distinción y delicadeza.
Aplausos generosos para todos en una sala casi llena (segunda función).
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