Volvía la ópera al Campoamor tras las excelentes representaciones de "Norma" y "Grimes" que cerraron el anterior curso. Así se presentaba difícil mantener el nivel, aunque a priori este "Werther" contaba con un reparto interesante y se esperaba un buen hacer de Abel al frente de la OSPA.
La función fue, sin embargo, aburrida, quizás de manera inexplicable pues nada falló estrepitosamente, pero esta vez la magia del escenario estaba ausente.
Bros es un tenor muy querido aquí y ahora volvía dejando de lado sus anteriores trabajos aquí, fundamentalmente belcantistas, y no convenció tanto como en ese repertorio. Quizás le perjudique su timbre que uno no asocia a Werther y aunque quizás haya ganado peso en el centro, que le permite luchar con la orquesta, no acaba de salir victorioso, sólo sobrevive. El agudo, por otra parte, ahora se ha resentido y tuvo algún problema. Su interpretación es, por otro lado, como hemos dicho, muy intencionada y sentida. Evidentemente muchos tenían en mente a Kraus en este personaje (al que no hubiese estado de más un recuerdo en su tercer aniversario por parte de Opera de Oviedo)y eso es algo también muy complicado para salir victorioso.
Fabiola Herrera gustó bastante, cantó con intención y expresividad, con carencias en los graves, a ratos parecía más una soprano dramática que una mezzo.
Cumplidor, pero monótono y lineal el Albert de Barrard.
Elena de la Merced más que solvente, musical y con gusto, sacó mucho provecho de su cometido.
Defectuoso (¿cantó toda su parte?) el padre, Gª Sierra, y más eficaces el resto de papeles menores.
Una mención notable para el coro de niños de la escuela Divertimento.
Yves Abel hizó sonar bien a la OSPA y pareció preocupadísimo de todo lo que pasaba en foso y escena. Cierto es que la ópera es pesimista y fúnebre, pero quizás recargó un poco esos aspectos.
La escena reducía mucho los espacios y jugaba con algún elemento simbólico. Curioso que cuando más uso del escenario es en el suicidio, en su cuarto, de Werther. Algún punto inventado, como la pederastia del padre, que no aportó nada de interés, pero qué es hoy una "visión" artística sin algún descubrimiento de estos.
Aforo al 90% y aplausos de cortesía al final para todos. Durante la representación los aplausos fueron más escasos que la habitual serenata de toses, caramelos, móviles y demás ruídos que uno puede olvidar cuando lo que te ofrecen te atrapa, pero cuando te aburres esos ruídos aún te molestan más. No estaría de más que la Fundación Opera de Oviedo hiciese incapie en todos los medios a su disposición en tratar de concienciar a la gente de lo que pueden molestar sus pequeñas "actividades".
La función fue, sin embargo, aburrida, quizás de manera inexplicable pues nada falló estrepitosamente, pero esta vez la magia del escenario estaba ausente.
Bros es un tenor muy querido aquí y ahora volvía dejando de lado sus anteriores trabajos aquí, fundamentalmente belcantistas, y no convenció tanto como en ese repertorio. Quizás le perjudique su timbre que uno no asocia a Werther y aunque quizás haya ganado peso en el centro, que le permite luchar con la orquesta, no acaba de salir victorioso, sólo sobrevive. El agudo, por otra parte, ahora se ha resentido y tuvo algún problema. Su interpretación es, por otro lado, como hemos dicho, muy intencionada y sentida. Evidentemente muchos tenían en mente a Kraus en este personaje (al que no hubiese estado de más un recuerdo en su tercer aniversario por parte de Opera de Oviedo)y eso es algo también muy complicado para salir victorioso.
Fabiola Herrera gustó bastante, cantó con intención y expresividad, con carencias en los graves, a ratos parecía más una soprano dramática que una mezzo.
Cumplidor, pero monótono y lineal el Albert de Barrard.
Elena de la Merced más que solvente, musical y con gusto, sacó mucho provecho de su cometido.
Defectuoso (¿cantó toda su parte?) el padre, Gª Sierra, y más eficaces el resto de papeles menores.
Una mención notable para el coro de niños de la escuela Divertimento.
Yves Abel hizó sonar bien a la OSPA y pareció preocupadísimo de todo lo que pasaba en foso y escena. Cierto es que la ópera es pesimista y fúnebre, pero quizás recargó un poco esos aspectos.
La escena reducía mucho los espacios y jugaba con algún elemento simbólico. Curioso que cuando más uso del escenario es en el suicidio, en su cuarto, de Werther. Algún punto inventado, como la pederastia del padre, que no aportó nada de interés, pero qué es hoy una "visión" artística sin algún descubrimiento de estos.
Aforo al 90% y aplausos de cortesía al final para todos. Durante la representación los aplausos fueron más escasos que la habitual serenata de toses, caramelos, móviles y demás ruídos que uno puede olvidar cuando lo que te ofrecen te atrapa, pero cuando te aburres esos ruídos aún te molestan más. No estaría de más que la Fundación Opera de Oviedo hiciese incapie en todos los medios a su disposición en tratar de concienciar a la gente de lo que pueden molestar sus pequeñas "actividades".
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