1 feb 2016

Pobres, pero cantantes.

Volvía la inmortal obra maestra pucciniana al Campoamor con la conocida produción de Sagi y un reparto casi totalmente italiano. Resultado más que satisfactorio, con un público que llenaba la sala casi completamente y que recompensó con una buena dosis de aplausos a todos los artistas.

El reparto, de jóvenes promesas, parecía más un reparto alternativo, pero respondieron aceptablemente, con brillantez incluso en algunos, a las exigencias musicales. (Otra cosa es que pensemos si 160 euros la butaca de platea realmente sea el precio adecuado, pero si los que lo pagan nunca protestan...)

La Mimì de Erika Grimaldi nos gustó mucho. La voz está muy bien apoyada y el canto es natural y fluído. La media voz muy bien sostenida, con un gusto muy destacable para los matices.

También el Colline de Andrea Mastroni es excelente. Voz de bajo muy homogénea, con un especial registro grave satinado, aderezado todo con el gusto de un cantante que no cae en recursos fáciles.

(Esperemos que ambos repitan por aquí más pronto que tarde. En el caso del segundo, vista además la escasez de bajos cantantes deberían atarle ya para el futuro).

El tenor Giorgio Berrugi no nos entusiasmó tanto. Sin duda que conoce el papel, que luce un canto entregado y que la voz tiene encanto, pero el Do de "speranza" no culminó un, por otra parte, buen aria. Las subidas a la parte aguda le cuestan y eso en este papel se nos hace muy importante. En cualquier caso, el desempeño fue más que digno.

Más común el Marcello de Damiano Salerno. Cumplió con seriedad.

La Musetta de Carmen Romeu, pese a alguna estridencia, solventó con eficacia su célebre página. Frases interesantes también en el último acto. No obstante es un papel para sacar más partido.

Manel Esteve y Miguel Sola solventaron sus partes con eficacia. El resto (González, Ranilla, Ruíz y Quirós) con la esperada capacidad.

Destacar las buenas prestaciones de los coristas, infantiles y adultos, tanto teatral como musicalmente.

La repetida producción de Sagi resultó nuevamente práctica, con la cuidada estética y algún cambio respecto a anteriores veces que contribuyó a aumentar el interés.

Lectura efectiva de Conti, aprovechando las virtudes de la Oviedo Filarmonía para incidir en las partes más sensibles de la partitura. Se nos antojaron tempos excesivamente lentos en otras partes como el vals de Musetta.



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