Volvía Rossini al Campoamor con otra de sus magistrales creaciones. Por suerte, o por trabajo, esta vez se ha contado con prácticamente todos los elementos para que la representación, como así sucedió, fuese un éxito unánime.
Para empezar, la producción de Sagi y su equipo aportó toneladas de ingenio y de color que cuadraron perfectamente con la intención del pesarés. Rossini es un compositor que prácticamente soporta cualquier intención escénica inteligente, siempre que no quebrante la esencia de la música y de sus propósitos. En este caso sólo algún pequeño detalle pudo molestar, pero es tan poca cosa ante tanto bueno, que el resultado no puede calificarse sino como sobresaliente. Color y alegría iaen la escena iluminándola como las coloraturas de Rossini iluminan la partitura.
Por supuesto, Rossini necesita cantantes de gran nivel, pero también una dirección musical inteligente y en estilo. La Oviedo Filarmonia dió lo mejor de si misma, magistralmente conducida por López Reynoso, quien en justo homenaje con la dedicatoria de estas funciones al Mº Zedda (aparte de a la excelsa Caballé), consiguió que la orquesta bailase y cantase como un intérprete más, con fantástico empaste en los concertantes, con un dominio del ritmo y la intención rossiniana, acompañado de un perfecto apoyo a los cantantes, redundando todo en una velada rossiniana al más alto nivel. Contando que el Mº mexicano deberá afrontar retos futuros con esta orquesta, por qué no esperar que lleguen por fin al Campoamor alguno de los títulos, como Semiramide o Guillaume Tell, que nunca hemos podido escuchar.
Y, por supuesto, los cantantes. Empezaremos con el prometedor Albazar del costarricense Astorga, desenvuelto en escena y en su aria. La Zaida es un papel de todo menos menor, por presencia y exigencias, que resolvió con solvencia Laura Vila. Punto débil de la cadena fue el Narciso del catalán Alegret, que dio un pálido retrato del papel en sus páginas solistas, pero cumplió en los conjuntos y en el trabajo escénico. El Prodoscimo de Esteve fue lo que se podía esperar en cuanto a sonoridad y personalidad, superando un desafío en un repertorio un tanto nuevo para él. Magisterio estilístico impartido por Corbelli en un Don Geronio saturado de exigencias físicas por la escena, como sus paseos con la moto a rastras mientras tenía que cantar. Espectacular intensidad escénica de Puértolas, bien complementada con su notable prestación vocal, con fraseo intencionado y, a pesar de alguna estridencia, resuelta coloratura y agudos. Y el Selim de Orfila fue también una eminente interpretación con agilidades brillantes, volumen profundo y fraseo distinguido.
Cantantes también son los integrantes de nuestro Coro, que nuevamente superaron los escollos vocales y los desafíos actorales, en una producción así son muchos, con éxito. Y un recuerdo también en ese aspecto actoral para el grupo de figurantes.
Campoamor entregado más en las salutaciones finales que durante la ópera, quizás también porque la obra brilla más en momentos de conjunto que en arias individuales.
oviedoopera
De lo que acontece en torno a la Opera en la querida Vetusta.
9 oct 2018
11 sept 2018
Fuenteovejuna. ¿Alguien ha dicho lo de histórico?
Ambiciosa propuesta de Ópera de Oviedo para inaugurar la nueva temporada. Son pocos los teatros españoles que se atreven a emprender el riesgo de encargar un nuevo título. En nuestra temporada, en la que tantos títulos fundamentales del repertorio aún no se han dado, parece aún más arriesgado; pero una vez decidido que vamos por el Máster antes de aprobar asignaturas de primero de carrera, no se puede poner tacha alguna al proyecto. Autores asturianos, obra clásica española, elenco de buenos cantantes españoles, nombre de postín para la dirección escénica y solvencia para la musical. Todo ello ofrecía garantías suficientes de que el resultado podía salir bien, y salió. Evidentemente para que un título contemporáneo funcione la historia narrada ha de tener una sustancia dramática, que en este caso tenía, y Almuzara supo adaptar con brillo literario; pero si además contamos con una partitura en la que Muñiz no renuncia a buscar sonoridades afines, prescindiendo de lenguajes musicales difíciles para el gran público. Así y todo el éxito creo que ha sorprendido a muchos, creo que incluso a alguno de los creadores, pues los aplausos ya se sucedieron durante la representación, sobre todo en la segunda parte, y culminaron en una sincera alabanza tras caer el telón.
Todo lo dicho anteriormente no quiere decir que la obra sea una obra maestra, al fin y al cabo tanto libretista como compositor afrontaban su primer acercamiento al género, porque el desarrollo es irregular. Como insinuabamos, el primer acto resultó un poco aburrido y demasiado extenso como mera presentación, pero la segunda parte, que comprendía los actos II y III, aprovecha ya toda la fuerza dramática del texto, para sacudir al público y conquistarlo. Quizás también se pudiera prescindir de algún personaje cuya participación es poco más que anecdótica, o redondear algunas escenas, pero el global es de notable. El final también nos dejó una impresión insatisfactoria, un poco un parche o un tanto forzado.
Aparte de los autores, el éxito también debe recaer en los intérpretes. Para empezar por el trabajo de Serrate, al servicio de la obra, y de la OSPA, y continuando por la enorme respuesta del Coro, exigido como pocas veces al ser una obra tan global. El reparto, aquí doble y combinado en ambos mezclando los nombres más y menos conocidos, reunía un plantel de buenos cantantes españoles para afrontar una partitura muy exigente en la vocalidad de la mayoría de papeles. Protagonista la Laurencia de una Mariola Cantarero que parecía haber desaparecido del circuito y ha vuelto con intensidad dramática y buenas prestaciones vocales. El Comendador de Damián del Castillo fue otro activo importante, demostrando la buena evolución de un cantante ya preparado para papeles importantes. Sola quedó lastrado por sus problemas en la zona aguda, mientras que Sanabria lució especialmente en su "bolero". Intenso Crespo en su papel de alcalde, así como Gaudí y Pardo en sus cometidos, que supieron aprovechar. Exprimiendo brillantemente Cansino su pequeño papel para lucir más de lo que se pudiera esperar. y García-López suficiente como juez o torturador, en un papel, siendo generosos, secundario.
Y la puesta en escena efectiva. Cambiando de época, suponemos que con la aprobación del libretista, que estuvo presente en todo el proceso de ensayos, no sabemos si con necesidad o no, pero funciona y retrata y traduce básica, pero inteligentemente, las vicisitudes del texto. Las proyecciones fueron también un buen recurso para ayudar a traducir los recovecos de la historia.
En fin una gran noche, ¿quizás alguien dijo histórica?, para Ópera de Oviedo, que esperemos sea secundada por más teatros, sobre todo para ayudar a amortizar tanto el esfuerzo artístico como el económico que ha supuesto para nuestra Temporada. Bastante butaca vacía en todas las zonas, que merecen mejor destino en las sucesivas funciones.
8 dic 2017
Cantar en tiempos revueltos.
Es difícil encontrar hoy en día cantantes para determinados papeles. Así algunos de los títulos emblemáticos del repertorio se ven perjudicados en su programación por los teatros de ópera. Curiosamente, derivado sin duda del aniversario de Giordano, ayer coincidieron dos teatros, Scala y Campoamor, con sendas producciones de Andrea Chénier. En lo que a nosotros nos afecta, y con el mérito añadido del reparto casi integramente español, una función de gran valía.
En esta ópera abundan las piezas conocidas y encontramos versiones grabadas con algunos de los mejores cantantes de la historia. Sin pretender comparar, el trío protagonista reunido ayer nos ofreció las suficientes razones para entender el porqué de que la ópera italiana ha triunfado, y triunfará, en los teatros de todo el mundo. Pasión, entrega, sentimientos básicos y recursos efectistas y efectivos que conquistan el corazón del público.
Para empezar, la Maddalena de Ainhoa Arteta se resolvió con gran éxito en tan difícil parte, con brillo especial en dúos y en su aria, en un papel que seguramente hará suyo en sucesivas ocasiones. La voz sigue siendo conservando belleza, algún sonido por arriba un tanto agrio si acaso . Se mostró como una cantante de talento dramático muy apropiada para estos roles veristas.
Carlos Álvarez fue anunciado convaleciente y, aún así, volvió a mostrar su bella voz, con esa nobleza baritonal que tanto escasea hoy, y su entrega, que le convierten en uno de los mejores barítonos mundiales tras los problemas pasados hace unos años.
El tenor Jorge de León debutaba operísticamente en nuestro teatro y se mostró brillante en el canto heroico, y más limitado en el aspecto poético del personaje. Algún problema de afinación y una emisión "difícil" le lastran en esos momentos más líricos, pero la voz sigue epatando en el público, hoy tan desacostumbrado a escuchar determinadas voces.
Cuenta esta ópera con gran número de partes secundarias que fueron servidas entre lo decepcionante de Pintó y Rguez-Cusí a lo más atractivo de Crespo, Díaz o Sanmartí. Cumpliendo los Plazaola, Oller, Gómez Díaz.
El coro volvió a dar una buena ejecución, al igual que la Oviedo Filarmonía fluidamente conducida por el competente Marcianò.
Y la parte escénica del equipo de Romero Mora prescindió de iluminadas visiones y optó por atender al libretto y a casi todas sus indicaciones, conquistando también su trabajo el favor del público.
En suma una velada operística que satisfizo al público, que llenó prácticamente el teatro, que premió con entusiasmo a todos los participantes.
En esta ópera abundan las piezas conocidas y encontramos versiones grabadas con algunos de los mejores cantantes de la historia. Sin pretender comparar, el trío protagonista reunido ayer nos ofreció las suficientes razones para entender el porqué de que la ópera italiana ha triunfado, y triunfará, en los teatros de todo el mundo. Pasión, entrega, sentimientos básicos y recursos efectistas y efectivos que conquistan el corazón del público.
Para empezar, la Maddalena de Ainhoa Arteta se resolvió con gran éxito en tan difícil parte, con brillo especial en dúos y en su aria, en un papel que seguramente hará suyo en sucesivas ocasiones. La voz sigue siendo conservando belleza, algún sonido por arriba un tanto agrio si acaso . Se mostró como una cantante de talento dramático muy apropiada para estos roles veristas.
Carlos Álvarez fue anunciado convaleciente y, aún así, volvió a mostrar su bella voz, con esa nobleza baritonal que tanto escasea hoy, y su entrega, que le convierten en uno de los mejores barítonos mundiales tras los problemas pasados hace unos años.
El tenor Jorge de León debutaba operísticamente en nuestro teatro y se mostró brillante en el canto heroico, y más limitado en el aspecto poético del personaje. Algún problema de afinación y una emisión "difícil" le lastran en esos momentos más líricos, pero la voz sigue epatando en el público, hoy tan desacostumbrado a escuchar determinadas voces.
Cuenta esta ópera con gran número de partes secundarias que fueron servidas entre lo decepcionante de Pintó y Rguez-Cusí a lo más atractivo de Crespo, Díaz o Sanmartí. Cumpliendo los Plazaola, Oller, Gómez Díaz.
El coro volvió a dar una buena ejecución, al igual que la Oviedo Filarmonía fluidamente conducida por el competente Marcianò.
Y la parte escénica del equipo de Romero Mora prescindió de iluminadas visiones y optó por atender al libretto y a casi todas sus indicaciones, conquistando también su trabajo el favor del público.
En suma una velada operística que satisfizo al público, que llenó prácticamente el teatro, que premió con entusiasmo a todos los participantes.
19 nov 2017
Un altro sorso.
Reparto joven para este Elisir. Esta vez sí que los cuatro cantantes protagonistas respondían al perfil de joven cantante en formación pero, aún así, el resultado artístico fue notable y con gran éxito de público, aunque sí se apreció una mayor diferencia entre repartos que en otras ocasiones en las que hemos tenido también uno joven.
Como Nemorino de última hora teníamos al tenor cordobés Pablo García López que escénicamente realizó un trabajo intachable, contando además con el debe de ser sustituto del enfermo Marc Sala, y vocalmente demostró gran expresividad.
A pesar de mostrarse indeciso en su entrada, lastrando el lucimiento en su aria, luego Michael Borth, como Belcore, remontó y demostró un material interesante.
Pablo López apostó inteligentemente por privilegiar la parte comediante de Dulcamara . Nos dejó dudas vocalmente, por volumen y extensión.
Notable y con gran musicalidad y cuidada línea de canto la Adina de Sara Blanch, con algún problema, compartido por alguno de sus colegas, de volumen o proyección.
Los reincidentes (Ubieta, coro, orquesta y director) volvieron a lograr un buen resultado en sus respectivas labores.
Apuntar de la producción que, en la segunda visión, pierden bastante gracia alguno de los gags y que, vista desde otra localidad, las copas del techo entorpecen en bastantes momentos la visión de los espectadores de los pisos altos.
Generosa recompensa del abundante público, en forma de aplausos y vítores para casi todos los integrantes.
Como Nemorino de última hora teníamos al tenor cordobés Pablo García López que escénicamente realizó un trabajo intachable, contando además con el debe de ser sustituto del enfermo Marc Sala, y vocalmente demostró gran expresividad.
A pesar de mostrarse indeciso en su entrada, lastrando el lucimiento en su aria, luego Michael Borth, como Belcore, remontó y demostró un material interesante.
Pablo López apostó inteligentemente por privilegiar la parte comediante de Dulcamara . Nos dejó dudas vocalmente, por volumen y extensión.
Notable y con gran musicalidad y cuidada línea de canto la Adina de Sara Blanch, con algún problema, compartido por alguno de sus colegas, de volumen o proyección.
Los reincidentes (Ubieta, coro, orquesta y director) volvieron a lograr un buen resultado en sus respectivas labores.
Apuntar de la producción que, en la segunda visión, pierden bastante gracia alguno de los gags y que, vista desde otra localidad, las copas del techo entorpecen en bastantes momentos la visión de los espectadores de los pisos altos.
Generosa recompensa del abundante público, en forma de aplausos y vítores para casi todos los integrantes.
13 nov 2017
Siempre nos quedará Elisir.
Volvía al Campoamor una de las óperas que más se ha representado en nuestra Temporada de Ópera. Una obra maestra sin paliativos que dificilmente puede ser un fracaso, pero que no por ello es fácil de convertir en éxito.
Para la ocasión se cuenta con el Nemorino de José Bros, que celebra sus 25 años en escena, y que tantos buenos momentos buenos nos ha hecho pasar. Nuevamente ha demostrado su saber hacer y, de menos a más, ha ofrecido una notable recreación. Su "furtiva" fue el momento más emocionante y aplaudido de la función y quizás hubiera merecido un bis, tanto por la interpretación como por los servicios prestados.
Aún más veterano, Corbelli nos ofreció uno de sus papeles fetiche, Dulcamara, con voz ya muy erosionada y que nunca fue generosa tímbricamente, pero con una clase magistral de arte buffo en cada intervención. Impulsando además en los dúos a sus compañeros.
La Adina de Beatriz Díaz resultó brillante escénica y vocalmente, aunque con algún que otro sonido ingrato, fruto posiblemente de una indisposición que no se anunció. Un nuevo ejemplo de que no hay que irse a buscar tanto cantante a tierras lejanas para tener garantías.
Debutante en España el barítono norteamericano Edward Parks, de impresionante planta escénica, que ofreció un Belcore efectivo, con la habitual solidez técnica de los cantantes yanquis, con dificultad en las agilidades.
En el papel de Gianetta, Ubieta cumplió de sobra, exigida particularmente en lo escénico por deseos de Rechi y su equipo.
Excelente el Coro, cada vez más exigido en la parte escénica, con sus miembros ganándose (otra cosa es que se lo den) un sobresueldo como figurantes, algunos de éllos incluso con importante parte casi protagonista en varios momentos.
Y la OSPA entregada a un efectivo y práctico Oliver Díaz, siempre centrado y pendiente de la escena, que interpretó tanto la melancolía como los momentos más cómicos.
La parte escénica que nos propuso Rechi y su equipo fue colorida e intensa. Cierto es que Elisir admite casi todo, pero no sabemos qué consigue, o pretende conseguir, exactamente al ubicar en la actualidad la acción. Con éllo, sin embargo, sí sustrae de credibilidad alguno de los aspectos del libretto y de las características de los personajes. Saturando además muchas de las escenas, llenandolas de acción mientras los solistas cantaban, distrayendo muchas veces con sus ocurrencias tanto al público como a los cantantes. Cosa que afortunadamente no pasó en el aria de Nemorino. También hubo algún resbalón de Bros y Corbelli por no poder esquivar elementos del atrezzo.
Y en Elisir también hay melancolía y suavidad, no sólo una distorsión de la realidad y unos gags más o menos efectistas como único motor para emocionar y divertir al público.
El público pareció reaccionar al descanso y así fue más cálido con los artistas según avanzaba la función, recompensandoles al final con generosidad a todos ellos.
Para la ocasión se cuenta con el Nemorino de José Bros, que celebra sus 25 años en escena, y que tantos buenos momentos buenos nos ha hecho pasar. Nuevamente ha demostrado su saber hacer y, de menos a más, ha ofrecido una notable recreación. Su "furtiva" fue el momento más emocionante y aplaudido de la función y quizás hubiera merecido un bis, tanto por la interpretación como por los servicios prestados.
Aún más veterano, Corbelli nos ofreció uno de sus papeles fetiche, Dulcamara, con voz ya muy erosionada y que nunca fue generosa tímbricamente, pero con una clase magistral de arte buffo en cada intervención. Impulsando además en los dúos a sus compañeros.
La Adina de Beatriz Díaz resultó brillante escénica y vocalmente, aunque con algún que otro sonido ingrato, fruto posiblemente de una indisposición que no se anunció. Un nuevo ejemplo de que no hay que irse a buscar tanto cantante a tierras lejanas para tener garantías.
Debutante en España el barítono norteamericano Edward Parks, de impresionante planta escénica, que ofreció un Belcore efectivo, con la habitual solidez técnica de los cantantes yanquis, con dificultad en las agilidades.
En el papel de Gianetta, Ubieta cumplió de sobra, exigida particularmente en lo escénico por deseos de Rechi y su equipo.
Excelente el Coro, cada vez más exigido en la parte escénica, con sus miembros ganándose (otra cosa es que se lo den) un sobresueldo como figurantes, algunos de éllos incluso con importante parte casi protagonista en varios momentos.
Y la OSPA entregada a un efectivo y práctico Oliver Díaz, siempre centrado y pendiente de la escena, que interpretó tanto la melancolía como los momentos más cómicos.
La parte escénica que nos propuso Rechi y su equipo fue colorida e intensa. Cierto es que Elisir admite casi todo, pero no sabemos qué consigue, o pretende conseguir, exactamente al ubicar en la actualidad la acción. Con éllo, sin embargo, sí sustrae de credibilidad alguno de los aspectos del libretto y de las características de los personajes. Saturando además muchas de las escenas, llenandolas de acción mientras los solistas cantaban, distrayendo muchas veces con sus ocurrencias tanto al público como a los cantantes. Cosa que afortunadamente no pasó en el aria de Nemorino. También hubo algún resbalón de Bros y Corbelli por no poder esquivar elementos del atrezzo.
Y en Elisir también hay melancolía y suavidad, no sólo una distorsión de la realidad y unos gags más o menos efectistas como único motor para emocionar y divertir al público.
El público pareció reaccionar al descanso y así fue más cálido con los artistas según avanzaba la función, recompensandoles al final con generosidad a todos ellos.
14 oct 2017
Llamaradas baratas, pero preciadas.
Trovatore con reparto “joven”, barato o “viernes de ópera” que mejoró las sensaciones del reparto “estelar”. Sin llegar a provocar delirio, sí que hubo emoción y entusiasmo en bastantes momentos. Por enésima vez estos repartos baratos se muestran como un espectáculo cultural valioso.
Todo empezó a mejorar con el Mº Tebar, que nos pareció con mucho más pulso e intención verdianas dirigiendo y administrando estupendamente a la Oviedo Filarmonía.
Entre el reparto hubo de todo, pero el conjunto funcionó bien.
Decepcionante la soprano Meeta Raval que hizo una lectura insípida de su parte, con una dicción deficiente y dejando pasar las numerosas oportunidades de brillo que tiene Leonora. Su interesante material quizás se pueda adaptar mejor a otro repertorio.
La Azucena de Agostina Smimmero, de voz grande y timbre oscuro y aterciopelado. Con un canto sólido e intencionado. Sangre y alma napolitana a raudales. Una voz, y una artista, a seguir.
Luis Cansino debutaba el Conde de Luna y volvió a demostrar que responde ante cualquier desafío, extrayendo de sus medios y material el máximo posible para salir con nota del reto.
Y Antonio Corianò fue un Manrico efectista y valiente, con un canto pleno de grinta, volumen adecuado y con presencia escénica importante, cuya entrega y audacia conectó bien con el público. Sus problemas de afinación y desigualdad se compensaron por esa entrega y valentía.
Entre los “repetidores”, Russo se mostró pueril como Ferrando. De nuevo la competencia y progresión de Norton; la habilidad escénica de Suárez; junto con las tareas resueltas de García y el Goya mudo de Casero. El Coro cumplidor, con momentos de fugaz brillo.
El público, entusiasta y ruídoso, en los aspectos positivos y negativos, disfrutó y aplaudió generosamente a todos los intérpretes, obsequiando con algunos "bravos" especialmente a Corianò y Smimmero.
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