Como no hemos podido asistir al estreno y sólo lo hemos hecho al ensayo general nos vamos a abstener de comentar la parte vocal, solistas y coro; cosa que, por otra parte, tampoco íbamos a hacer debido a lo comentado de la amplificación. Tampoco valoraremos la actuación de bailarines y del director de orquesta y su conjunto, que suponemos irá mejorando según van pasando representaciones.
Valorando la obra como libreto operístico se nos antoja un argumento demasiado forzado para su duración y nos parece que el interés va decayendo según pasan los minutos, y alterna momentos interesantes con otros bastantes simples.
La historia nos habla del insigne poeta García Lorca a través de los recuerdos de Margarita Xirgu y estableciendo un paralelismo entre la figura de Lorca y la de Mariana Pineda. Musicalmente la parte en que el poeta manifiesta precisamente su amor hacia la estatua de M.P. fue la que más nos agradó. Es curiosa y resultona la introducción del "cantaor". Desde luego se abordan temas como la libertad, la persecución y el tratar de silenciar a los que no piensan como quien está en el poder, lo que, no nos cabe duda, han sido argumentos interesantes para la elección de este título por nuestra Dirección Artística.
Musicalmente es una obra que para lo que se podría esperar de un título de este siglo, se deja escuchar o, al menos, no produce rechazo en una parte importante del público y que, unida a la representación escénica, puede ser atractiva para una parte del público y soportable para otra/s parte/s, porque la producción escénica es bastante minimalista, pero se ve con agrado y funciona aceptablemente. Dejamos la pregunta en el aire de si este libreto funcionaría como obra teatral por si solo y de si la música aceptaría una versión en concierto.
Por lo leído en las distintas crónicas y aplicando el correspondiente filtro a cada una, parece que la obra tuvo una relativa buena acogida. Nos alegramos de que, especialmente a los que pagan más de 160 € por una entrada, les guste. No vaya a ser que a la sangría de la pérdida de subvenciones se nos una la pérdida de unos abonados que están pagando religiosamente unos espectáculos, operísticos o no, que, tantas veces, parecen de mucho menor valor.
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