La ópera donizettiana entronca con la mejor tradición napolitana buffa y, por ende, de toda Italia, con títulos como "Il matrimonio segreto", del propio "Ser Marcantonio", de "Barbiere" o "Italiana"; y también con la obra maestra mozartiana, "Nozze", de la que hereda y subraya su crítica de clases y los cambios sociales. En "Don Pasquale" encontramos el conflicto entre unos personajes burgueses estáticos, de mentalidad plana y limitada a su punto de vista, como Don Pasquale y, en menor medida, su sobrino, con la flexibilidad y adaptación al medio de los más populares Norina y Malatesta. Evidentemente, hay también un conflicto entre edades, aquí es D.P. es el que pugna en solitario contra el resto de personajes. El cómo traduce Donizetti esos conflictos ya de por si interesantes es donde reside, en gran medida, la maestría de la obra. Ya desde la obertura, basada en temas de Ernesto y Norina, se nos muestra un mundo a dos ritmos, el melancólico de él y el más vitalista de élla, que reflejan el primer aspecto que destacábamos. Respecto al segundo, como ya se decía en el "Barbiere" rossiniano: "La musica a miei tempi era un'altra cosa " y aquí en el canto podemos ver la diferencia entre el lenguaje de Don Pasquale, tan centrado en un parlato y sillabato que Donizetti usa magistralmente como recursos cómicos y que muestran al personaje con casi una "imposibilidad" para el canto que retratan y definen a D. P. ,y todo lo que de antiguo representa, de manera magistral; contra estos recursos está, de otra parte, el canto exuberante de Norina. El más claro ejemplo de este contraste lo vemos en la escena de la bofetada: Mientras D.P. se queda tras el golpe casi farfullando su "E finita Don Pasquale", Norina le responde con un canto fresco, joven e intenso, "un'altra cosa". En el dúo uno poco hace más que parlotear mientras la otra nos deleita en una bella melodía.
Para traducir todos esos matices de la partitura teníamos ayer al Maestro Conti, su orquesta y a cuatro cantantes bien diferentes.
La "vieja escuela" de Chausson mostró a un intérprete con mil tablas y con la voz aún bastante saneada, que sólo anecdóticamente recurrió a efectos humorísticos de trazo grueso para hacerse propiedad del espíritu del personaje y entusiasmar al público.
Por la parte joven tuvimos la desdicha de sufrir el Malatesta de B.Taddia, se agradecería explicación del porqué de ir a contratar a alguien tan mediocre hasta Italia para que nos hiciera sufrir en cada una de sus intervenciones. En el duetto del tercer acto con D.P. recibió toda una lección, confiamos que la aprendiera, de Chausson.
Sola, por el contrario, cantó bien, fácil y delicado. Eso no quiere decir que fuese una intervención brillante, porque de Ernesto se puede sacar mucho más. Una pena que su serenata, "Com'è gentil", estuviese penalizado por el director escénico que, sin valorar el volumen justito del tenor, le hizo cantar desde quién sabe donde (había que rezar para que nadie hiciese el mínimo ruido que impidiese escuchar la bella parte). En el dúo posterior alcanzó con Díaz uno de los mejores momentos de la velada.
Beatriz Díaz tenía una prueba difícil y sólo la aprobaríamos. Como decíamos, Norina es un personaje decidido, que controla y manipula la situación y a todos los que intervienen, al estilo de la Isabella en "italiana in Algeri". Debe poseer una voz fresca y ágil que sepa matizar la picardía, ternura y simpatía de su personaje. Estuvo cerca, pero para lograrlo le faltó una mayor solvencia en el agudo, tendiendo al grito, y una mayor fantasía en el canto, sin olvidar una dicción mejorable. Esperábamos más, pero en cualquier caso tiene de sobra el nivel para cantar en los primeros repartos de Oviedo.
Notable el coro, demostrando además que escénicamente saben hacer algo más que ir en bloque juntitos.
El Maestro Conti no nos convenció completamente. Altibajos en la lectura, por ejemplo en el bellísimo quartetto final del segundo acto donde no logró un buen resultado del conjunto. En su haber el cuidado hacia los cantantes. Con todo, buen trabajo individual y colectivo de la orquesta.
La puesta en escena trasladaba de lugar y fecha el libretto original pero no acertamos a vislumbar qué pretendía con tal cambio que, por otra parte, provocaba numerosas incongruencias entre lo que se cantaba y lo que se veía. La obra funcionó, pero más por si misma que por la ayuda, anecdótica, del montaje.
Aplausos no demasiado entusiastas para todos, con más generosa intensidad para Díaz y Chausson. Aforo casi cubierto, aunque con más huecos que en Traviata.
Por la parte joven tuvimos la desdicha de sufrir el Malatesta de B.Taddia, se agradecería explicación del porqué de ir a contratar a alguien tan mediocre hasta Italia para que nos hiciera sufrir en cada una de sus intervenciones. En el duetto del tercer acto con D.P. recibió toda una lección, confiamos que la aprendiera, de Chausson.
Sola, por el contrario, cantó bien, fácil y delicado. Eso no quiere decir que fuese una intervención brillante, porque de Ernesto se puede sacar mucho más. Una pena que su serenata, "Com'è gentil", estuviese penalizado por el director escénico que, sin valorar el volumen justito del tenor, le hizo cantar desde quién sabe donde (había que rezar para que nadie hiciese el mínimo ruido que impidiese escuchar la bella parte). En el dúo posterior alcanzó con Díaz uno de los mejores momentos de la velada.
Beatriz Díaz tenía una prueba difícil y sólo la aprobaríamos. Como decíamos, Norina es un personaje decidido, que controla y manipula la situación y a todos los que intervienen, al estilo de la Isabella en "italiana in Algeri". Debe poseer una voz fresca y ágil que sepa matizar la picardía, ternura y simpatía de su personaje. Estuvo cerca, pero para lograrlo le faltó una mayor solvencia en el agudo, tendiendo al grito, y una mayor fantasía en el canto, sin olvidar una dicción mejorable. Esperábamos más, pero en cualquier caso tiene de sobra el nivel para cantar en los primeros repartos de Oviedo.
Notable el coro, demostrando además que escénicamente saben hacer algo más que ir en bloque juntitos.
El Maestro Conti no nos convenció completamente. Altibajos en la lectura, por ejemplo en el bellísimo quartetto final del segundo acto donde no logró un buen resultado del conjunto. En su haber el cuidado hacia los cantantes. Con todo, buen trabajo individual y colectivo de la orquesta.
La puesta en escena trasladaba de lugar y fecha el libretto original pero no acertamos a vislumbar qué pretendía con tal cambio que, por otra parte, provocaba numerosas incongruencias entre lo que se cantaba y lo que se veía. La obra funcionó, pero más por si misma que por la ayuda, anecdótica, del montaje.
Aplausos no demasiado entusiastas para todos, con más generosa intensidad para Díaz y Chausson. Aforo casi cubierto, aunque con más huecos que en Traviata.
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