Inicio de curso con la primera de las cuatro óperas que conforman el "anillo" wagneriano. Un proyecto ambicioso que ya va a sufrir un freno, pues la segunda jornada wagneriana, Walküre, habrá de esperar a la temporada 15-16 en lugar de la prevista aparición el próximo año.
La función cabe calificarla, considerando los condicionantes, de notable. Para empezar es necesario valorar la importancia de la parte orquestal en las obras de Wagner y ya sabemos el tema del escaso espacio en el foso del Campoamor. Así quizás se añoró un poco más de energía e ímpetu en determinados pasajes. Por otro lado la OSPA cumplió, aunque empezó con vacilaciones y algún episodio esporádico de desafinación. Su responsable, García Calvo, realizó un trabajo muy satisfactorio, con una visión trabajada de la obra y no cabe duda de que gran parte del éxito se le debe a él, y así el público se lo reconoció en el "aplausómetro". Cabe pensar que, según pasen las funciones, el resultado orquestal irá mejorando.
El elenco vocal resultó globalmente muy equilibrado. Ya sabemos que estos títulos suelen cuidarse bien por nuestros responsables y, en general, se acertó, dentro de las limitaciones presupuestarias y de otro tipo.
Para empezar el Wotan era el islandés Tomasson, que cumplió, con algún problema de proyección y falta de autoridad en algún pasaje. Alberich fue un convincente Gazheli, que fue de los más aplaudidos. Loge, César Gutiérrez, fue uno de los eslabones más decepcionantes del reparto, y tampoco su actuación parecía muy beneficiada por el responsable escénico. Un lujo sin paliativos la hermosa y poderosa voz de la Fricka de la rusa Zhidkova, que nos pareció un peldaño por encima del resto de protagonistas.
En esta ópera se exige mucho del resto de cantantes y casi todos cumplieron con creces. Desde las hijas del Rhin, con exhibición de medios en Sandra Ferrández; belleza en Eugenia Boix, de la que aún recordamos su excelente Pamina; y unos medios interesantes en Pilar Vázquez. Pasando por el excelente trabajo de los locales Menéndez y Rguez-Norton que salieron airosos, triunfante incluso el primero, de un desafío muy serio. Norman apuntó detalles de interés y, por último, los gigantes, Bou y Rydl, así como Alberola y Remmer pusieron su granito de arena.
En cuanto a la parte escénica es interesante, y suponemos que económico, el uso del video en las representaciones operísticas, así que se esperaba con interés el trabajo de Znaniecki en una ópera, por lo demás, no demasiado fácil de escenificar. La propuesta resultó interesante, aunque dos horas y medias de imágenes acaben quizás saturando un poco y, por otra parte, cabría decirle al polaco que las proyecciones pueden ser muy eficaces para el público sentado enfrente, y hasta cierta altura, al escenario, pero lastraban a gran parte del teatro cuya visibilidad no puede permitir apreciar todos los "encantos" de la producción; ¿será que ese público se merece menos?. Por otro lado jugaba, demasiado reiteradamente, con unas urnas en las que colocaba, enjaulados unos, asidos otros, a muchos de los personajes, ilustrandolos con proyecciones relativas a su identidad y circunstancia. Tal artificio pareció funcionar bien para las hijas del Rhin, pero peor, por ejemplo, para los gigantes que, lastrados por su "mochila", poco aportaron como actores y, para colmo, su caracterización tampoco cabe calificarse de brillante. Tampoco el resto del elenco que se se libró completamente o por más tiempo de las urnas, parecía tener "mucho que hacer" actoralmente, como ya señalabamos en el caso del Loge. Juego importante de la producción fue también la iluminación que casi convirtió, en algunos momentos, al Campoamor en una especie de discoteca. No nos gustó tampoco mucho la resolución final, con la entrada precipitada de los dioses al Valhala.
Exito moderado, con ovación y bravos de un sector importante del público y aplausos más de cortesía de otra parte más aletargada. Como hemos dicho, los más recompensados fueron el director de orquesta, Zhidkova y Gazheli
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