11 oct 2016

Más viejos que diablos.

Tras las históricas funciones de Mazeppa llegaba el turno ahora a una Grand opéra como "Faust" que tal vez sea un desafío demasiado grande para muchos teatros del mundo. Se necesita un elenco de cantantes de gran nivel y una producción que haga justicia a todos los ambientes que exige el libreto y que ahonde en la profundidad de la historia. Sin embargo, sin contar con todos esos mimbres, este domingo en el Teatro Campoamor se nos ofreció una función operística que resultó de buen nivel.

No deja de ser curioso como temporada tras temporada cierta parte del público manifiesta su contrariedad con determinado tipo de produciones. Es cierto que hemos visto astracanadas varias, pero llega a cansar que siempre el desagrado se manifieste contra esa parte escénica cuando, por ejemplo, en los repartos se nos cuelan algunas elecciones ciertamente discutibles. Ahí se aplaude todo y una temporada, y un público, que ha visto pasar a una gran mayoría de los mejores cantantes de la historia de la Ópera debería exigir algo más en materia vocal.

Así que ayer nos encontramos con una producción ciertamente con fallos o absurdos, con escenas pobretonas, pero que en la que se notó mucho trabajo para solucionar carencias, suponemos que fundamentalmente económicas, y traducir el libreto según la idea del siempre profesional Carreres y su equipo. No es un trabajo maravilloso, pero cosas peores hemos sufrido y algunas bien recientes.

Por la parte musical tuvimos a un Albiach y a la Oviedo Filarmonia entregados a interpretar los múltiples aspectos y propiedades de la partitura. No todo se resolvió igual, pero el resultado final nos pareció notable.

Prueba difícil para el Coro que la resolvió, pero con dificultad. La parte masculina del mismo nos pareció que necesitó en algunos momentos más miembros para hacer justicia a lo exigido. Tras el gran trabajo de Mazeppa se nos antojó una prestación más discreta.

El protagonista fue el tenor Stefan Pop, que nos pareció de interesante material nativo, pero bastante poco generoso en el matiz expresivo. No nos disgustaría, no obstante, verle de nuevo por estos lares.

Más decepcionante nos resultó Maite Alberola, a la que no supimos sacarle gusto , resultándonos de elocuencia limitada y con problemas en el agudo.

El bajo Mark S. Doss no es que sea poseedor de un canto noble, pero conoce el personaje y lo interpreta de manera efectista. Gran parte del éxito de la función fue mérito suyo.

El abaritonado Borja Quiza mostró sus cualidades dramáticas y aunque sin especial brillo canoro nos sorprendió agradablemente. El público le premió generosamente.

La siempre profesional María José Suárez pasó intrascendente, mientras que la mezzo, o soprano, catalana Lidia Vinyes y el barítono andaluz P. Ruíz supieron sacar partido a sus intervenciones, apuntando interés en verles en el futuro.

Como dijimos antes, el conjunto destiló una aceptable representación de un título tan difícil de servir. El público, aún con la división de opiniones en lo escénico, pareció razonablemente satisfecho en lo vocal. Buena entrada con un público demasiado ruidoso.